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Sabemos bien que esta crisis sanitaria, sin duda el mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial, ha llegado en tiempos tenebrosos para la Unión Europea, donde las infidelidades británicas con su otrora colonia, Estados Unidos, ha propiciado el portazo sonoro de un “Brexit” que sacudió los cimientos de la esperanza europea. Además, el sarcoma instalado por los regionalismos y nacionalismos excluyentes, ponen de manifiesto que encaramos la pandemia desde una posición desfavorable.Mi naturaleza optimista, en muchas cuestiones, me permiten asomarme modestamente al balcón con la esperanza de que alguien me escuche apelar a una unión europea y por ende a la conciencia de las personas que la integramos sabiendo que, juntos, podremos enfrentar la crisis con muchas más garantías que separados.Hemos visto cómo inicialmente Alemania y Holanda, pusieron sobre la mesa resolver la crisis actual como la que se sufrió en 2008, pero en este extremo Francia se posicionó con Italia y España alegando que aquella recesión fue por motivos financieros y la actual tiene una naturaleza radicalmente distinta. No olvidemos que Alemania desempeña un protagonismo especial en la integración europea y España es un socio clave, que desde hace unos años dejó de ser un país de arrastre a subir a posiciones de tracción económica. Ambos países hemos construido una estrecha relación, asentada en unos mismos valores y en una visión compartida sobre los retos del presente y nos hemos apoyado en todo momento. Las posiciones de ambos gobiernos sobre una amplia gama de cuestiones internas europeas e internacionales son muy cercanas. Pero es que además, Alemania es nuestro segundo cliente y nuestro principal proveedor favoreciendo relaciones económicas intensas que no han dejado de crecer en los últimos años. Alemania es nuestro segundo cliente y nuestro principal proveedor. Sin lugar a dudas, la inversión alemana en España ha contribuido al fuerte desarrollo español. Nos podemos considerar socios de honor.Por desgracia Europa está asistiendo sin oponer resistencia a una situación perjudicial que, de forma acelerada, quiere destruir todo lo conseguido en estos más de dos mil años transcurridos en los que ha durado, más o menos, el encuentro y entendimiento entre los distintos países que integran actualmente nuestra unión.Lógicamente no podemos negar las innumerables guerras y conflictos habidos durante este largo periodo de tiempo que nos han desangrado. Pero, a pesar de ellos y los inmensos destrozos así como pérdidas de vidas, estamos en condiciones de poder afirmar que siempre se han respetado unos principios y valores que han sido lo que podríamos llamar los pilares de la civilización occidental como son el honor, el respeto a los demás, la tolerancia, el esfuerzo, el sacrificio... que han sido consideradas virtudes supremas que no se podían destruir. Hoy día son la diana contra la que todos disparan a fin de que nuestra sociedad se desintegre, a poder ser, lo más pronto posible.

Si en tiempos de destrucción del Imperio romano, los pueblos que amenazaban eran foráneos, hoy día, además se encuentran también a nuestro lado, viviendo junto a nosotros, compartiendo nuestras mismas actividades y trabajos.Desde las piedras valiosísimas que han aportado los valores cristianos, que no podemos obviar, que dieciocho siglos antes de la Revolución Francesa, los había enunciado Jesucristo dejando a la Humanidad el mejor legado de comprensión, tolerancia, amor hacia los demás y búsqueda de valores virtuosos como la caridad. Pero también, como todo el pensamiento filosófico clásico de sabiduría, que implica el reconocimiento del valor supremo de la razón y la del ser humano. Sobre esta base humanística, construimos un sueño europeo que ha logrado cosas imposibles. Unir territorios, religiones y lo más importante, personas entorno a un proyecto y futuro común.Vencer a esta pandemia será fácil y posible desde este punto de vista. Derogar las antiguas prácticas de algunas élites europeas que sumieron sus instituciones en una macro-burocracia impersonal al servicio de los intereses de unos pocos. Una nebulosa que aparece a ojos de los ciudadanos como una nueva “aristocracia” y donde los populismos inoculan su veneno.


Dr. Carlos Hernández Franco.

Doctorado en Criminología, Geoestrategia Defensa y Seguridad

Licenciado en Historia y Filosofía.

Académico AICTEH

 
 
 
  • Foto del escritor: Carlos Hernández Franco
    Carlos Hernández Franco
  • 18 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

La Operación Balmis, es el nombre que el Ministerio de Defensa de España ha dado al dispositivo de despliegue táctico militar para colaborar en la lucha contra la propagación de la Covid-19. La operación Zendal, es el nombre que el Ministerio de Defensa de España ha dado al dispositivo de recogida de muestras de test masivos de población para el control de la propagación de la mencionada enfermedad.Estas denominaciones, rinden homenaje a una de esas aventuras tan olvidadas de nuestra historia que fue la expedición humanitaria que lideró el médico militar Francisco Javier Balmis con el fin de llevar la vacuna de la viruela a los territorios del imperio español en América y Filipinas (1803-1806). El objetivo de la misma era acabar con la mortalidad infantil que ese virus estaba causando en lo que se denominaban territorios de ultramar.Teniendo su origen en el puerto de La Coruña, la denominada Real Expedición Filantrópica de Balmis inmunizando a la población de Canarias, América, Filipinas, Macao, Cantón y la isla Santa Elena. Su aventura, junto al militar catalán José Salvany, resultó ser una de las mayores proezas humanitarias de todos los tiempos. Pero no hemos de olvidar a la otra protagonista de la expedición que fue la coruñesa Isabel Zendal, enfermera que cuidó de 22 niños que fueron reclutados de la Casa de los Expósitos de La Coruña, para los fines científicos de la expedición. Al ser Balmis el médico de la Corte, pudo disfrutar del apoyo financiero y personal del Rey Carlos IV. Se calcula que la expedición vacunó a 250.000 niños. Una de las campañas más curiosas fue la que, de vuelta a España, realizó en la isla de Santa Elena, ampliamente conocida debido a que sirvió de prisión militar al exiliado emperador Napoleón I de Francia, donde Balmis logró convencer a la autoridad británica para que se autorizara la vacunación de sus gentes.Posteriormente a la hazaña, incluso el descubridor de la vacuna de la viruela, el británico Edward Jenner, se referiría a la expedición: “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”. Es otra de esas ocasiones como tantas de nuestra historia, en que podemos estar orgullosos de ser españoles.



 
 
 
  • Foto del escritor: Carlos Hernández Franco
    Carlos Hernández Franco
  • 22 feb 2020
  • 1 Min. de lectura

Estamos siendo testigos de que los ejércitos se esmeran en buscar una mayor precisión. El motivo es que la munición convencional no guiada no siempre consigue evitar un elevado riesgo de daños colaterales, tanto en las unidades propias como en personal civil. Por ello, se buscan municiones con sistemas de navegación y guía para posicionar, localizar, destruir o abatir el objetivo de forma certera. Tradicionalmente, España posee buena fabricación de municiones y armamento convencional, pero es nuestra asignatura pendiente producir sistemas de guía. Recientemente, los helicópteros “Tigre” cuentan con cohetes de 70 mm guiados, aunque sería deseable abarcar a la mayor parte de municiones.

Otra apuesta interesante son las armas de energía de alta potencia dirigida. El objeto por el que fueron diseñadas es la neutralización de drones o cualquier artefacto guiado por el aire. Utiliza un rayo de fotones invisible que alcanza la velocidad de la luz. Una característica interesante es la precisión, que como ya he indicado, reduce las víctimas y daños colaterales respecto a otras soluciones convencionales.

Debe ser un objetivo de nuestras Fuerzas Armadas actualizar a estos sistemas, que sin duda serán de uso general por los ejércitos de nuestro entorno en un breve plazo de tiempo. Actualmente las fuerzas aéreas con aviones de tercera y cuarta generación cuentan en un 60% con armamento guiado, de ellos el 75% es de origen israelí o estadounidense transformándolos en los principales proveedores de sistemas de guía y armamento inteligente en el mundo.





 
 
 
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