Inicialmente, los tercios estaban compuestos por un número aproximado a los 3000 hombres divididos en 12 compañías. Según las necesidades las campañas que se presentaban, estos efectivos podían aumentar considerablemente. La profesionalidad de los integrantes de estas magníficas unidades, dotaba de una gran maniobrabilidad en la batalla para dividirse en unidades más móviles hasta llegar al cuerpo a cuerpo individual. En esta suerte del cuerpo a cuerpo, la coordinación y la especialización eran fundamentales. El nombre “tercio” proviene de los tres tipos de soldados que lo componían. Piqueros, arcabuceros y rodeleros. Posicionados en grandes formaciones cuadradas o rectangulares, dependiendo de la necesidad del combate. La vanguardia del tercio era la zona más reforzada, pero la disposición de su formación estaba pensada para presentar batalla por los cuatro costados, incluso podía rotar durante la batalla. En cuanto a su operatividad, combinaba armas de fuego (arcabuz y mosquete) y armas blancas (pica, espada, dagas). Asimismo en ocasiones podía disponer de artillería (pequeños cañones) y ocasionalmente, caballería. El núcleo central del tercio lo ocupaba el capitán y los abanderados de cada compañía. De manera que la bandera quedase lo más protegida posible. Rodeando las banderas del tercio se posicionaban los tambores y pífanos. Comunicaban las órdenes del capitán a base de toques. Seguidamente se agrupaban los piqueros, escoltados por los arcabuceros y rodeleros, dejando libres a algunos de estos en lo que se denominaban “mangas”. Los piqueros mejor armados (coseletes, que disponían de mejores armaduras) formaban la vanguardia, ofreciendo su cara al enemigo. Mientras que las picas secas ocupaban las posiciones interiores. Las “mangas” eran parte fundamental de los tercios. Su posición inicial estaba en las esquinas del tercio, por donde era más vulnerable. Las mangas las formaban un número máximo de 300 arcabuceros para favorecer su maniobrabilidad. En estas mangas de arcabuceros residía el potencial ofensivo de los tercios. Su especialización en su arma les hicieron el arma más terrible, logrando una cadencia de fuego formidable, siendo decisivos para sustentar con sus victorias al Imperio Español durante siglo y medio
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