EL CRIMINAL TERRORISTA
- Carlos Hernández Franco
- 9 ene 2015
- 2 Min. de lectura
El terrorista actúa con el afán de lograr, ante todo, la propaganda del hecho. Es una forma monstruosa de "venderse" buscando impactar en la sociedad y tratar de imponer su voluntad, incluso forzando reacciones políticas, liberación de presos, o cambios legislativos.
Desde hace unos años, estamos sufriendo un tipo de terrorismo internacional, de corte yihadista, que trastocó la geoestrategia del planeta. Se iniciaron guerras con el fin expreso de acabar con los estados que crean las organizaciones y las financian, pero no se ha terminado del todo con ellos. Tras los últimos acontecimientos en Francia, estamos ante un mal de proporciones globales.
En España, tenemos la experiencia de ETA. También puso en juego los valores democráticos de nuestro país y tuvo una sobreprotección por parte de muchas instituciones y personas. Pero la firmeza es lo único que puede hacerles frente. Sabemos que ceder al chantaje es darles la victoria
En el resto del mundo se reacciónó de diferentes formas. EE.UU. con ayuda de sus aliados, promovió guerras como Afganistán o Irak, incluso teniendo en contra a gran parte de la población. Aparecieron cárceles secretas e ilegales como Guantánamo, pero parece no haberse derrotado del todo al enemigo.
Los terroristas no son psicópatas ya que ostentan capacidad de reflexión, realizan acciones premeditadas y exhiben una fenomenal estrategia. No son asesinos instintivos.
Presentan un perfil narcisista y en muchos casos mesiánico. Su verdad es la única verdad. Para llegar a la construcción de esa personalidad, no son determinantes los antecedentes y traumas en la infancia. Presentan distorsiones de percepción del propio grupo, se consideran superiores y merecedores de poder que creen en consonancia con los idearios sociales.
Sienten que su sacrificio es de mártires, personas elegidas, atacadas por un sistema social o político. Incomprendidos por el resto, ven en su grupo la cohesión que justifica pasar sus acciones, así como vínculos morales, religiosos o nacionalistas.
Para perpetrar los atentados, previamente suelen sufrir una desconexión de la realidad y pérdida de empatía con sus futuras víctimas. No tienen sentimientos de culpabilidad por el mecanismo de su pensamiento poco flexible y dicotómico(conmigo o contra mí). Su capacidad de matar y de perder su propia vida, se debe más a condiciones del entorno tales como antecedentes históricos e ideológicos, promesas con el paraíso, ratificación social o bienestar para él y los suyos.
Sin entrar a valorar el efecto que producen en sus víctimas directas, que trataré en otra ocasión. En la opinión pública generan la sensación de que el mundo se convierte en lugar inseguro. Buscamos explicaciones a tal barbarie y cómo se ha desarrollado y propagado en el siglo XXI. Sentirnos vulnerables es su triunfo. Por ello, la sociedad occidental debe, ante todo, ser fuerte y contundente para combatirlos.
ASTAROTH STRIGOII
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