LA PULSIÓN CRIMINAL
- Carlos Hernández Franco
- 22 mar 2015
- 2 Min. de lectura
Frecuentemente, el crimen es realizado de forma impulsiva, donde las reacciones antisociales se manifiestan a través de trastornos de la personalidad en sus más plurales formas. No solo se trata de personas que ejercen un comportamiento anómalo, sino que lo llevan al extremo, tales como los que atentan contra la libertad sexual, pedofilia, sadismo extremo, exhibicionismo...como los que atentan contra las personas, asesinatos, agresiones...pero también otras formas de delincuencia como la piromanía...
Estas conductas anormales se presentan ya sea como pulsiones automáticas inconscientes, como excesos, o también como obsesiones.
Curiosamente, muchas de estas pulsiones se ven beneficiadas por el entorno social o por el lugar de residencia. Por ejemplo, la piromanía se da en más sujetos que viven en zonas rurales que en zonas metropolitanas. No pretendo entrar en la cuestión legal de la imputabilidad de los actos realizados, sino en el fenómeno del comportamiento criminal, con ello, la criminología nos muestra que las personas bajo cuadros de epilepsia, de retraso mental, de psicopatía o los que están inmersos en adicciones, son los candidatos potenciales para cometer este tipo de delitos que, evidentemente, puede tener consecuencias trágicas.
Ciertos homicidios y actos criminales mencionados son realizados en un estado de inconsciencia parcial o total. Podemos nombrar como ejemplo los asesinatos durante estados crepusculares, que son estados donde existe un estrechamiento del campo de la conciencia de manera súbita y con una variación de minutos a horas, días e incluso meses, de tal forma que en el sujeto se advierte el predominio de un sistema limitado de móviles e ideas con desconexión mayor o menor del resto de la actividad ordinaria y que, por lo tanto, puede aparentar una conducta normal. En ocasiones, se agrega a este entorpecimiento abundante productividad patológica en forma de delirio. Bajo este estado un sujeto puede realizar actos complicados como emprender viajes, actos de violencia u otros extraños de los cuales, pasado el estado, no recordará o lo hará sólo en forma borrosa o fragmentaria seguidos de amnesia posterior. Se suele dar en episodios disociativos o de epilepsia psicomotora.
Por lo anterior, hablamos de actos homicidas perpetrados por enfermos mentales o confusos, que no pueden controlar sus pulsiones criminales.
Muy a menudo, encontramos que estos criminales llegan a ese estado a través de una idea delirante, dependiendo de percepciones distorsionadas, ideas de persecución (paranoia), o de celos. Perpetran un crimen bajo las pulsiones de su delirio, cayendo directamente al sometimiento de estas. Cuando estos delirios vienen acompañados de alucinaciones, los criminales obedecen no a sus impulsos sino directamente a las voces o imágenes que oyen y ven, y que les ordenan las ejecuciones 8esquizofrenia). El hecho criminal puede presentarse como una obsesiva pulsión inmotivada, pero que por desgracia, el sujeto termina por ejecutar.
Curiosamente, el porcentaje de estos crímenes es mínimo, pero la monstruosidad y crueldad patológica que ostentan deja una huella imborrable en la sociedad.
ASTAROTH STRIGOII
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