EL CRIMINAL: ¿NACE O SE HACE?
- Astaroth Strigoii
- 10 may 2015
- 3 Min. de lectura
Es una de las preguntas que más suelen formular a los investigadores y expertos de las Ciencias Criminológicas. Por lo que en este artículo, trataremos de enfocar brevemente algunas hipótesis.
Es difícil que, rigurosamente, encontremos en la biología todas las respuestas. Todo profesional de cualquier disciplina Criminológica, debe tener conocimiento multidisciplinar suficiente para poder tener en cuenta cualquier fenómeno criminal desde el punto de vista fisiológico, psíquico, ambiental, genético, neurológico... de tal forma, que pueda analizar de forma global los comportamientos desviados.
A grandes rasgos, el investigador de la conducta criminal analiza las pruebas y hechos empíricos que previamente se han recopilado, para poder valorar las acciones del criminal, sus motivaciones y predicciones en cuanto a posibilidades de que repita un nuevo crimen.
Sabemos que desde el inicio de la humanidad, la supervivencia, las guerras, las invasiones e incluso las revoluciones han estado ligadas a la conducta desviada, en este caso la conducta antisocial. Siempre, el ser humano ha tratado de entender el comportamiento anormal y cuestionaba mostrando atención de las conductas desviadas. La Psicología Criminal, trata de descubrir los factores que se encuentran en el ambiente donde nace y se desarrolla el individuo, así como relaciones sociales y factores psicológicos que pueden intervenir como componentes de una personalidad criminal.
Por estudios de conducta, sabemos que el 6% de los adolescentes, desarrollan a lo largo de esos años, una conducta inadaptada. Esta conducta consiste principalmente en impulsividad, falta de consideración con los demás, mentiras, engaños, robar, lesiones...y en los casos más graves, adicción al alcohol o drogas.
Aunque no es determinante (siempre hablamos de porcentajes y no de valores absolutos) la pobreza extrema, la desidia de control familiar, la ausencia de la figura paterna, el abandono materno, la falta de cariño y protección, forman parte del pasado de muchos criminales. También el "efecto imitación" en el hogar y en la escuela si existe un alto nivel de delincuencia en los individuos que rodean al sujeto. Todo lo anterior, lleva al joven a una confusión en la falta de valores sólidos y por tanto, deja una puerta abierta a que entren en escena más condicionantes, como por ejemplo los abusos, frustraciones... caldo de cultivo para los trastornos de la personalidad.
A través de la criminogénesis, sabemos que el conjunto de tendencias de origen genético, ante los estímulos del medio, pueden desembocar en una conducta antisocial dependiendo de la intensidad con que tales tendencias se presentan en cada individuo. Por tanto el ostentar una predisposición genética, por sí sola no sería determinante.
Otra vertiente la encontramos en la motivación y satisfacción de instintos. La experimentación de sensaciones placenteras reside, sobre todo, en los asesinos en serie. El placer, es su motivación central.
En resumen, podemos decir que el ser humano tiene una larga información de instintos violentos que seguro hacen parte de su personalidad como especie y que pueden influir a la cadena de orden evolutivo. A partir de ahí, el desarrollo, el entorno... Pero también encontramos el efecto contrario en cuanto otra serie de comportamientos que forman parte del ser humano y que son radicalmente opuestos al caso que nos ocupa, tales como la solidaridad, la compasión, la humanidad...
Por lo expuesto, no podemos afirmar si el asesino nace o se hace, sino que más bien se construye sobre sí mismo.Todo esto, con la firme convicción personal de que las decisiones criminales que toma cada individuo no deben tener justificación.
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