AVARICIA Y CRIMINALIDAD
- Carlos Hernández Franco, Doctor en Criminología
- 6 dic 2016
- 2 Min. de lectura
Quizá el concepto de avaricia habría que definirlo y situarlo en cuanto a su manifestación en la conducta humana. Es cierto que el modo de vida occidental nos exige ser más competitivos y codiciosos despertando un afán en acumular y aumentar el patrimonio y la riqueza . Hay quien sostiene que ha sido nuestra incapacidad para ser felices la que ha generado un sistema (el capitalista) totalmente distorsionado y por desgracia parece descontrolado. Al mismo tiempo, permitan que introduzca la filosofía en el razonamiento, la avaricia desplaza elementos imprescindibles para la armonía vital como son la moral y la ética. Con ello, la perspectiva personal o valores tan nobles como la generosidad van disminuyendo y con ellos nuestra felicidad. Esto produce, en muchas personas, un circulo vicioso que llega a escapar a su control.
La avaricia, a nivel psicológico, se define como un deseo desmesurado por adquirir o poseer más riqueza de lo que uno necesita. No siempre nos referimos a riqueza material, existen personas que desean obtener un mejor posicionamiento social, laboral, un reconocimiento superior... Erich Fromm definió la codicia como “un pozo sin fondo que agota a la persona en un esfuerzo interminable para satisfacer la necesidad sin lograr alcanzar la satisfacción.”
En esto es donde entra la sociedad que hemos creado. Si quieres ser más feliz solo has de comprar, adquirir, viajar, invertir en comodidades (no en necesidades)… Nuestra sociedad actual nos ha generado unos espejismos haciéndonos creer que cuanto más adquiramos más felices somos. Este razonamiento queda en falso cuando el progreso hace que nunca se tenga suficiente, puesto que no tendremos nunca el último modelo, la última novedad... nos convertimos en un ser adictivo, como un drogadicto. Ahí es donde entra el comportamiento antisocial y el crimen. Una incontrolable y adictiva obsesión por conseguir más nos llevará a hacer cualquier cosa por tener más y con ello romperemos con valores éticos esenciales como la honestidad, la ya mencionada generosidad o la caridad. Pero lo peor no termina ahí. Ese afán y avaricia nos convierte en esclavos por el miedo a perderlo todo. Se produce entonces una desconexión emocional y aumenta nuestro egocentrismo.
El egocentrismo desemboca en un patrón de conducta caracterizado por la falta de remordimientos y una ausencia completa de restricciones.
Solo hay que echar un vistazo a los últimos acontecimientos de corrupción, personas que han atesorado fortunas que apenas podrían llegar a gastar en toda su vida, aún cuando tienen un nivel a todo lujo... pero quizá, a su alrededor también se encuentre con ejemplos más cercanos.
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