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EL SER HUMANO COMO INSTRUMENTO DE LA MALDAD

  • Carlos Hernández Franco, Doctor en Criminología
  • 22 abr 2018
  • 2 Min. de lectura

Es deber de todo criminólogo preguntarse el motivo de la maldad, entendiendo como tal, no la maldad con mayúsculas, eso se lo dejo a otros campos de otra trascendencia como la religión y la filosofía, me refiero al motivo por el cual muchas personas que aparentemente tienen un comportamiento social correcto, son buenas personas, pueden llegar a cometer actos viles y malvados según ciertos condicionantes.

Hay quien lo llama ¨Efecto Lucifer¨ Phillip Zimbardo que refiere en su libro del mismo nombre que no debemos esperar que todo acto malvado tenga detrás a una persona trastornada o un delincuente con un amplio historial delictivo. Muchos de los peores crímenes contra la humanidad, fueron ideados, intrumentados y sobre todo ejecutados por personas aparentemente buenas.

Hace más de 50 años, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram, diseñó un experimento muy controvertido con el objetivo de determinar si ciudadanos comunes eran capaces de llevar a cabo actos de crueldad contra otras personas. El fucionamiento, consistía en una máquina con una serie de interruptores que activaban descargas eléctricas en forma gradual desde 15 a más de 165 voltios desde un extremo de la habitación hacia la habitación de lado, en la cual un desconocido los recibiría en su cuerpo tras contestar equivocadamente una serie de preguntas, sin que el primero pudiera verlo pero si escucharlo.

Previamente se le explicaba al participante que ejecutaría las descargas eléctricas, y que el experimento tenía como objetivo que los seres humanos aprendan mejor y más rápido, mediante un castigo corporal. Además se le aseguraba a quien ejecutar el castigo que los golpes eran dolorosos a medida que se utilizaba mayor voltaje, pero que no se corría ningún riesgo y por último se lograba convencer al participante de que estaría causando dolor simplemente como un experimento cientifico. Curiosamente, del 100% de las experiencias, la increíble cifra del 77% de los participantes encargados de aplicar las descargas eléctricas haciendo peligrar la vida de otro ser humano continuaron con el experimento sin atender a lo que el atormentado desconocido sufría en la otra habitación. Aquellos encargados de los choques se mostraban confundidos, molestos y asustados, frente a un fuerte shock emocional, sin embargo ante la figura autoritaria del psicólogo, continuaban empleando los choques y hacían peligrar la vida de otro ser humano sin tener en cuenta las consecuencias. Muy pocos se negaron a ejecutar el castigo y se demostró que en grupos, cuando el experimento se llevaba a cabo entre dos personas y una se negaba a realizar la descarga, la otra de inmediato. Las terribles cifras del experimento, demostraron que los seres humanos ordinarios, ante la orden de una figura autoritaria, son capaces de cometer actos atroces, de actuar con crueldad, incluso con peligro de muerte. Del mismo modo y como mencionaban Bandura y Solomon Asch, se aplica mayor castigo cuando la responsabilidad queda diluida dentro del grupo impulsando a un sujeto a realizar actos que no haría por su propio criterio para no ser apartados

 
 
 

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